Angostura: los hechos según Juan de Dios Parra
"Ecuador tiene muchas
cosas de las cuales sentirse orgulloso, y una de ellas es la fundación de la
Asociación Latinoamericana de Derechos Humanos, Aldhu. En 1980, el presidente
Jaime Roldós se dio cuenta que su proyecto progresista y democrático para el
Ecuador estaba asediado por un continente asolado por dictaduras militares,
criminales y sanguinarias, que además estaban inspiradas en una doctrina
espantosa, la de la seguridad nacional y ejecutando un plan internacional de
exterminio, el Plan Cóndor. Entonces decidió crear una convicción arraigada en
lo mejor del Ecuador; esa convicción se llamó la Doctrina Roldós. Aquella
sostiene que cuando un país democrático interviene para proteger los derechos
humanos en otro país, en donde están siendo violentados, no se trasgrede el
principio de no intervención en los asuntos de otros Estados porque los
derechos humanos son una responsabilidad universal. Basado en esta convicción,
Roldós convocó a una serie de personalidades democráticas: académicas,
religiosas, intelectuales, políticas de la región y creo esta organización no
gubernamental de carácter internacional, pero con un estatuto especial en el
Ecuador.
Tomado de:
Por Redacción Plan V; 24 de
febrero de 2018
A diez años del ataque e
invasión colombiana en Angostura, el 29 de febrero del 2008, Juan de Dios
Parra, secretario general de la Asociación Latinoamericana de Derechos Humanos,
Aldhu, relata los hechos en los cuales fue un protagonista y también su víctima.
Un testimonio.
Juan de Dios Parra, secretario general de la Asociación
Latinoamericana de Derechos Humanos, Aldhu.
"Desde 1980 hasta el 2009
la Aldhu tuvo su sede principal en Ecuador, con un estatuto especial de
protección del Estado ecuatoriano y en un régimen notable de libertad en el
ejercicio de sus funciones. Nosotros siempre servimos como un organismo
internacional no gubernamental, coadyuvante en las mejores políticas del
Ecuador. Ecuador fue el primer país del mundo en generar un programa de
formación en derechos humanos para todas las fuerzas armadas, que lideramos con
el general Paco Moncayo y que le valió al general Moncayo, al Ecuador y a su
ejército, ser reconocidos en las Naciones Unidas como pioneros. Y eso tenía que
ver con algo que es muy especial en Ecuador y es la naturaleza de sus fuerzas
armadas.
Mientras en el resto del continente las fuerzas armadas avasallaban y asesinaban a su población, en el Ecuador estaban siendo protagonistas de la redemocratización del país. Porque son fuerzas armadas que nacen de la mejor tradición de la revolución liberal, que nunca han apuntado sus armas contra el pueblo sino para defenderlo. Esas son tradiciones que hacen diferente a este país.
Mientras en el resto del continente las fuerzas armadas avasallaban y asesinaban a su población, en el Ecuador estaban siendo protagonistas de la redemocratización del país. Porque son fuerzas armadas que nacen de la mejor tradición de la revolución liberal, que nunca han apuntado sus armas contra el pueblo sino para defenderlo. Esas son tradiciones que hacen diferente a este país.
"Nosotros tuvimos durísimos
enfrentamientos con los gobiernos y en ninguna ocasión uno de ellos nos
persiguió. Nos enfrentamos con Febres Cordero, durísimo. Él me desterró del
Ecuador pero no tocó a la institución. Con Lucio Gutiérrez tuvimos feroces
enfrentamientos, pero nunca nos atacó. Hasta que vino el régimen de Rafael
Correa, que eliminó nuestro estatuto de protección y nos forzó a salir del
Ecuador, en el 2009.
"Esto se dio en el marco
de un episodio muy doloroso para la historia del país. Esa página tiene que ver
con la confrontación de dos planes en la región: el Plan Colombia y el Plan
Ecuador. Recordemos que en Colombia había fracaso un proceso de paz con la
guerrilla, impulsado por el presidente Andrés Pastrana y Marulanda, Farc y
Gobierno. Que había creado una zona de despeje, llamada el Caguan, del tamaño
de Suiza. Una política muy audaz pero muy poco asentada en la realidad. A
partir de ese fracaso ganó las elecciones el presidente Álvaro Uribe. Y él
ejecutó el Plan Colombia, pero desde una perspectiva de exterminio. Y eso lo
hizo de la mano de los Estados Unidos.
En 1980, el presidente Jaime
Roldós (foto) se dio cuenta que su proyecto progresista y democrático para el
Ecuador estaba asediado por un continente asolado por dictaduras militares,
criminales y sanguinarias.
"En Estados Unidos, el
general Barry McCaffrey fue instituido como el zar antidrogas, y a partir de
ese paraguas creó el Plan Colombia, que significó 7000 millones de dólares de
inversión para lograr algunos objetivos. Primero, reentrenar a las fuerzas
armadas colombianas, que él decía estaban burocratizadas, no combatían... Lo
hicieron: crearon una fuerza armada feroz, moderna, letal y con mucho
entrenamiento de ranger. Segundo, la reequiparon con armamento muy moderno, que
hiciera una diferencia con el armamento de las fuerzas irregulares:
helicópteros blackhawk, inteligencia satelital... Tercero, crearon una política
de separación, de divorcio, entre las fuerzas irregulares y la población civil,
sobre todo en el Putumayo. Y para eso el Plan tuvo, al principio, políticas
interesantes de desarrollo agrario, pero Uribe las cambió por su plan de exterminio. Y se instalaron ahí
fuerzas paramilitares que causaron enormes masacres en la población civil
pobre, sobre todo en Putumayo, que significaron más de veinte mil víctimas. Un
cuarto objetivo fue convencer a los países vecinos de militarizar sus
fronteras, hacer el papel de yunque, y
el quinto objetivo fue desarrollar una estrategia de guerra química de baja
intensidad, a través de las fumigaciones con glifosato y roundup ultra, que son agrotóxicos
adulterados con metaparafina, que deforestaba, mataba los animales, quemaba los
cultivos y envenenaban las aguas. Y que en su aplicación afectaron a más de
cinco mil campesinos ecuatorianos.
"En Estados Unidos, el
general Barry McCaffrey fue instituido como el zar antidrogas, y a partir de
ese paraguas creó el Plan Colombia, que significó 7000 millones de dólares de
inversión para lograr algunos objetivos. Primero, reentrenar a las fuerzas
armadas colombianas, que él decía estaban burocratizadas, no combatían... Lo
hicieron: crearon una fuerza armada feroz, moderna, letal y con mucho
entrenamiento de ranger. Segundo, la reequiparon con armamento muy moderno, que
hiciera una diferencia con el armamento de las fuerzas irregulares:
helicópteros blackhawk, inteligencia satelital... Tercero, crearon una política
de separación, de divorcio, entre las fuerzas irregulares y la población civil,
sobre todo en el Putumayo. Y para eso el Plan tuvo, al principio, políticas
interesantes de desarrollo agrario, pero Uribe las cambió por su plan de exterminio. Y se instalaron ahí
fuerzas paramilitares que causaron enormes masacres en la población civil
pobre, sobre todo en Putumayo, que significaron más de veinte mil víctimas. Un
cuarto objetivo fue convencer a los países vecinos de militarizar sus
fronteras, hacer el papel de yunque, y
el quinto objetivo fue desarrollar una estrategia de guerra química de baja
intensidad, a través de las fumigaciones con glifosato y roundup ultra, que son agrotóxicos
adulterados con metaparafina, que deforestaba, mataba los animales, quemaba los
cultivos y envenenaban las aguas. Y que en su aplicación afectaron a más de cinco
mil campesinos ecuatorianos.
En este marco del Plan
Colombia, Ecuador hizo algo diferente: creó un Plan Ecuador. Porque miles de
víctimas del Plan Colombia huyeron al Ecuador y se instalaron en la frontera
sur del río San Miguel, principalmente. Miles de mujeres con niños, cuyos
padres, esposos o hermanos habían sido víctimas de las masacres de los
paramilitares. Y esas víctimas de la violencia vivían en la frontera en
condiciones deplorables de miseria. El gobierno del Ecuador, inspirado en ese
tiempo muy positivamente hacia el desarrollo del plan de paz, desde el
Ministerio de Gobierno, que dirigía Gustavo Larrea, se propuso ese plan. El
Plan Ecuador era todo lo contrario del Plan Colombia: integrar a la población
pobre ecuatoriana en la frontera, con la población pobre desplazada colombiana
y generar juntos políticas de desarrollo, con unidades productivas agrarias,
escuelas, mejoramiento de caminos, acceso a la salud... Porque la convicción
era que una frontera en desarrollo era una frontera de paz. Una frontera en
integración era una frontera de paz. Y
se iba a evitar que las fuerzas irregulares encontraran complicidades entre los
pobres de esta frontera, que no eran aceptables para la democracia ecuatoriana.
Un campamento de las FARC durante la época cuando
operaba el Plan Colombia, financiado por EE.UU. Foto: AFP
"El Estado ecuatoriano
participó en este plan con mucho entusiasmo, incluso formó una Secretaría
Técnica, que estuvo dirigida por Juan Martínez. Pero se necesitaban apoyos;
nosotros ya teníamos experiencia en poblaciones desplazadas en América Latina,
entonces hicimos un convenio con el Estado y desarrollamos un plan desde la
sociedad civil que contribuyera a generar condiciones favorables para el Plan
Ecuador. Y una de las tareas fue desarrollar a estas comunidades, dotarlas de
comunicaciones y documentarlas, censarlas, saber quiénes eran, dónde estaba;
porque estaba ocurriendo un fenómeno trágico y es que las fuerzas militares
colombianas pasaban clandestinamente a territorio ecuatoriano, secuestraban
jóvenes, los vestían de guerrilleros, los mataban y los cobraban al Estado
colombiano como falsos positivos. Entonces, Colombia pagaba por cada cadáver de
guerrillero; entonces los venían a cazar a territorio ecuatoriano, se los
llevaban y los mataban.
"Nosotros hicimos este
censo con recursos de la cooperación del Reino de Noruega. Noruega financió la
documentación y la ayuda para estas comunidades. Fue en acuerdo con el gobierno
del Ecuador, y nosotros ejecutamos el plan. ¿Qué ocurrió? Que empezaron a
aparecer estos cadáveres, que habían sido censados en vida por nuestro
programa; ya no eran NN, tenían nombre, historia, familia, gente que reclamaba
por ellos. Nosotros fuimos, sistemáticamente, elevando estos reclamos por los
secuestros en territorio ecuatoriano, traslado ilegal al territorio colombiano
y asesinato. En esa época nosotros documentamos 42 casos, pero estos se iban
acrecentando y las denuncias crecían. Lo preocupante es que en algunas de esas
denuncias, los campesinos víctimas acusaban complicidad de militares
ecuatorianos en esos operativos. Nosotros trasladamos esa preocupación al
Ministerio de Defensa y esta secretaría dispuso que se hicieran reuniones con
los campesinos en Sucumbíos y nosotros participamos junto al Ministerio de
Defensa, para que las comunidades trasmitieran directamente sus reclamos, y
para generar un clima de confianza en las autoridades. Se hicieron estas
jornadas, y en medio de estos acontecimientos se produjo el ataque a Angostura,
que venía siendo un proceso paralelo.
Putumayo, 2009. Se da el cierre de las oficinas del
Plan Ecuador en la zona norte del país, entidad que fue absorbida por la SENPLADES Zona Uno.
Por ese entonces, algunos
gobiernos de la región, algunos presidentes de entonces, como Kitchner, Lula,
Chávez... quisieron impulsar un proceso de paz para Colombia pero Uribe no
quería. El conflicto colombiano afectaba a toda la región. Con el liderazgo de
Chávez se hicieron varias reuniones para discutir este tema, y en eso surgió la
opción, patrocinada por los cubanos, de hablar con las FARC para generar las
bases que lleve a un nuevo proceso de paz. Lo peor que puede haber cuando hay
un conflicto de esa naturaleza es no hacer nada. Pero lo peor era que en este
conflicto estaban involucrados miles de civiles que no solo afectados por el
fuego cruzado sino porque había secuestrados que la FARC mantenía en su poder
para "empatar" con los muchos presos de sus organización que estaban
en las cárceles colombianas, con miras a un canje de prisioneros. Esa era una
opción inaceptable desde la perspectiva de los derechos humanos. Entonces
empezaron estas negociaciones con Raúl Reyes, que era el comandante guerrillero
de las FARC que quería el proceso de paz. Otros no querían, pero él sí, y como
Ecuador era el país fronterizo tenía que jugar el rol más protagónico. La idea
era que además los diálogos se hicieran en Ecuador. Todo esto, por supuesto,
con conocimiento del presidente Correa. Él fue quien dispuso que los ministros
se trasladaran a estas reuniones en el extranjero, incluso llegamos a hablar de
patrocinar una solicitud de Nobel de la Paz para el presidente si es que esto
funcionaba.
El tema estaba desarrollándose,
con las complicidades que eso tiene, cuando en la noche del 29 de febrero del
2008 ocurrió el ataque a Angostura. ¿Qué había en Angostura? Se había instalado
un campamento clandestino de las FARC en territorio ecuatoriano, a metros del
río San Miguel y ahí estaba Reyes con su "estado mayor". Pero este
campamento se había transformado en una especie de oficina de relaciones
públicas de la guerrilla, porque iban periodistas europeos, grupos de
estudiantes de distintos países. Eran una curiosidad, de hecho hubo estudiantes
chilenos que estuvieron ahí, y había un grupo grande de estudiantes que querían
ir y que habían estado días antes en Quito en un festival de solidaridad.
Claro, todos ellos de las izquierda, y era una curiosidad para ellos darse una
vuelta por ahí. Toda esta desprolijidad, por decirlo así, de instalar un
campamento y luego abrirlo como un espacio de visitas, fue fatal para ellos,
porque fueron bombardeados.
Se había instalado un
campamento clandestino de las FARC en territorio ecuatoriano, a metros del río
San Miguel y ahí estaba Reyes con su "estado mayor".
Ahí se abre un antes y un
después. Porque en ese ataque ocurrieron varios sucesos lamentables. Primero,
el presidente Uribe llamó al presidente Correa, por teléfono, al día siguiente,
el 1 de marzo. Correa estaba participando muy temprano en un evento en la
Policía, y le dijo, intentando engañarlo, que una patrulla combinada, militar y
policial, había pasado por error la frontera, persiguiendo en caliente a un
grupo de narcotraficantes y que habían sido rodeados. Uribe pedía ayuda a
Correa para que la fuerza militar del Ecuador los extrajera y los sacara con
vida al otro lado. Una petición "razonable". Lo que Uribe ocultó a
Correa es que ya la noche anterior sus fuerzas militares habían invadido
territorio ecuatoriano con posterioridad a un bombardeo aéreo; que habían
robado cadáveres, que habían ejecutado en el campamento a personas heridas y
rendidas —todos estos son crímenes de guerra— y que su fuerza de operaciones
era lo último que faltaba por extraer y el temor que como era ya de día, las
fuerzas militares ecuatorianas podían descubrirlos. Y de otro modo Uribe quiso
"involucrar" a Correa en este suceso, como cómplice. En ese momento,
el presidente Correa, asesorado por Gustavo Larrea, tuvo la prudencia de ir a
examinar primero. Ahí pasaron cosas raras: que el radar no funcionaba, que no
habían helicópteros disponibles. Finalmente se logró enviar gente allá y
encontraron un cráter gigante provocado por bombas que luego se supo eran de
500 kilos; los cadáveres —que fueron fotografiados— tenían muchos de ellos
ráfagas de ametralladoras por la espalda, es decir fusilados; y en la espesura
de la selva a tres mujeres jóvenes sobrevivientes y malheridas.
"Entonces la cosa tomó
otro cariz. Se trataba de una invasión de una potencia extranjera a territorio
nacional, causando hechos de guerra, provocando muerte y cometiendo crímenes de
guerra que son sancionados por el derecho internacional humanitario. Por lo
tanto el gobierno del Ecuador reaccionó con dureza, suspendió sus relaciones
diplomáticas con Colombia, recurrió a la solidaridad diplomática
latinoamericana; se hizo una reunión en República Dominicana y Ecuador reclamó,
con justeza, por esta invasión. Nosotros, como Aldhu, coadyuvamos y nos
apresuramos a presentar una querella a la Corte Penal Internacional contra
Uribe, Juan Manuel Santos, que era su ministro de Defensa, contra los generales
del ejército y policía colombianos, por crímenes de guerra, que además eran
evidentes. Trajimos un famoso tanatólogo francés que trabajaba para Naciones
Unidas en los casos de Bosnia y otras guerras para que hiciera las autopsias de
los cadáveres. A pesar del estado de los cadáveres se logró establecer que al
menos siete de ellos tenían señales de haber sido fusilados. Se fusila a
alguien cuando ya está desarmado y rendido y es un crimen de guerra; pero
también lo es robar cadáveres, y sabíamos que se habían robado el cadáver de un
ecuatoriano que se llamaba Franklin Aisalla —que era un herrero en el
campamento— y se lo habían llevado a Colombia creyendo que era Julián Conrado,
un artista de las FARC. No lo era, se equivocaron, tuvieron que devolver el
cadáver e indemnizar a la familia. Ecuador actuó con mucha firmeza en ese caso.
"Cuando las tres mujeres
heridas pudieron hablar —y lo hicieron ante el fiscal Washington Pesántez,
porque también judicializamos el tema en el Ecuador— ellas relataron que en las
fuerzas militares colombianas que invadieron por tierra había un guía llamado
Polo, que era un botero que había desaparecido semanas antes, que se suponía
detenido por el ejército ecuatoriano, y conocía la ruta de acceso al
campamento. Las tres sobrevivientes dijeron que Polo guiaba a la columna de
tierra y que había oficiales ecuatorianos involucrados, y los describieron.
Nosotros trasladamos esto a la Fiscalía y al gobierno ecuatoriano. Esta era muy
grave porque ya no se trataba solo de un invasión sino de una invasión con
complicidad local. Porque si la fuerza militar local tiene conocimiento de la
existencia de un campamento clandestino en su territorio, no tiene que recurrir
a la fuerza aérea ni al ejército de otro país sino que tiene que operar en
defensa de su territorio. Y copar, combatir o detenerlos y procesarlos de acuerdo
a las leyes del Ecuador. Esto fue grave y nosotros lo calificamos como traición
a la patria.
"Aquí no hay una situación
de simpatía o antipatía con las víctimas, sino con el hecho delictual de
permitir y participar de un operativo militar extranjero en territorio
nacional. Nosotros acompañamos a estas tres mujeres, que fueron tratadas con
mucha acuciosidad y éxito en el hospital de las Fuerzas Armadas. Y cuando ya
estuvieron en buenas condiciones, aparte que declararon, nos manifestaron
diversas fuentes que su vida corría peligro. Nosotros trasladamos esta
preocupación al gobierno, porque además eran las testigos del caso del Ecuador,
y teníamos las pruebas para mostrar en
la causa ecuatoriana. Uno, las fotografías de los cadáveres; dos, el examen de
autopsia, y el testimonio de las tres sobrevivientes del ataque. Todo esto
configuraba los crímenes de guerra cometidos en este acto de invasión.
"Ahí empezó a operar una
maquinaria en contra nuestra: acusaron a Gustavo Larrea de que se reunía con
las FARC dentro y fuera del Ecuador, cuestión que era falsa; el presidente
Correa dijo que si esto era así el traidor a la patria era Gustavo y que
nosotros éramos los cómplices; después dijeron que nosotros habíamos entregado
carnets de identidad a 5000 guerrilleros; una barbaridad. Lo que nosotros
entregamos fue una identificación humanitaria institucional, nuestra, para
regular las ayudas. Nosotros no teníamos ni capacidad ni voluntad de entregar
cédulas de identidad ecuatorianas. Además, tan falso fue todo eso que nunca
apareció una de estas cédulas; lo que aparecieron fueron esas fichas que daban
cuenta del censo que hicimos y la mayoría era para mujeres y niños. A partir de
ese momento, además, se desató una campaña feroz de demolición de imagen contra
Gustavo Larrea, contra la Aldhu y contra mí. En una semana llegamos a tener más
de 15.000 publicaciones de radio, prensa y televisión diciendo las cosas más
horrorosas.
"Ignacio Chauvín (con pañuelo rojo) y Jefferson
Ostaiza, durante el juicio que se les llevó a cabo en San Lorenzo del Pailón,
al norte de Esmeraldas". Milhojas.is
"Luego vino un suceso con
un extrabajador de Aldhu, que había sido subsecretario del Ministerio del
Interior, Ignacio Chauvin. Él tenía un amigo que había sido allanado y
procesado por una causa de narcotráfico, Ostaiza, y en su poder, en su oficina,
encontraron una foto suya con Chauvín. A raíz de eso lo detuvieron, y como
antes había sido trabajador de la Aldhu y amigo de uno de los abogados de
nuestro equipo, quisieron involucrarnos a nosotros. Un prestigioso diario de la
capital me puso como la cabeza del cartel de las drogas ...una operación de
demolición muy feroz, pero que no es casual. Con los años nos hemos dado cuenta
que esto fue una decisión desde el poder de aniquilar primero el prestigio de
la institución y luego sacarnos del país. Por años nos preguntamos ¿para qué?
Sobre todo porque éramos una organización tan ecuatoriana. Vinieron el
presidente de la institución, de Uruguay, Héctor Gross, el vicepresidente del
Congreso chileno, Juan Pablo Letelier, a hablar con el presidente Correa. No
los recibió y finalmente la Cancillería nos quitó nuestro estatus de
protección, con lo cual nos quedamos sin visa, en condiciones de ilegalidad y
tuvimos que irnos del país en diez días. Con lo que significó otro destierro,
para mi y para muchos otros. Entonces nos instalamos en el Uruguay y en Chile y
seguimos operando desde allá todos estos años.
"La historia posterior fue
más trágica aún, porque nosotros pudimos salir pero muchos de nuestros
colaboradores no lo pudieron hacer. Perdieron su trabajo y su prestigio; su
dignidad y su honra fueron muy afectadas. También Gustavo Larrea sufrió una
persecución feroz. A él le inventaron un diario atribuido a Raúl Reyes, que
habría aparecido en un cráter del bombardeo. O sea, se quemó todo, se destruyó
todo menos un diario de papel. Después se demostró que ese diario era fraguado,
inventado. Este diario lo presentaron dos ministros de Estado, pretendiendo
encausar a Gustavo Larrea con un texto fraguado, pagado, que se demostró que
fue hecho por un señor (Julio César) Vizuete, y que era la copia de una novela
que él mismo había escrito años antes, alterándole páginas donde se inventaba a
un tal comandante Juan, entre otras cosas. Falso, todo falso. Todo esto fue un
descarado y criminal montaje hecho desde el Estado para judicializar a un
exministro como Gustavo, a quien ya venían persiguiendo desde hace más de un
año. Los sucesos que vinieron después demuestran que ese fue el inicio del
montaje de un nuevo régimen en este país. Un régimen despótico, violador de los
derechos humanos, de las libertades, y que no trepidó en nada para obtener sus
propósitos de, diría yo, dominar a la sociedad. Fue entonces un régimen que
persiguió a la organización social, que criminalizó la protesta, que conculcó
los derechos ciudadanos, que hizo del abuso de poder y la manipulación de la
justicia una herramienta de represión de la sociedad civil, y que además
incursionó en delitos contra la humanidad. Ese es un cambio que los
ecuatorianos lo padecieron".